No hay una palabra inocente. Todas son responsables de lo que después de pronunciadas ocurra. Una palabra amable genera sosiego. Una palabra amarga provoca malestar. Seleccionar los términos adecuados en una conversación es un arte más que una técnica. Saber lo que conviene decir en cada momento y hacerlo con precisión es la clave del éxito. Cualquier persona que trabaje en el ámbito comercial conoce la importancia de emplear términos inspiradores, palabras que se alojan en la mente del cliente, toman vida propia y surten un efecto mágico.

Ahora bien, tu principal cliente eres tú mismo. Tú eres la persona que más influye en tu vida. Tú eres la persona con la que más tiempo pasas al día y con la que más hablas, aún sin pronunciar palabra alguna. Tú te quieres o te odias, te apoyas o te derribas, a veces sin darte cuenta. Te debes, al menos, la misma consideración que profesas a los demás. No te pierdas el respeto por un exceso de confianza. Convives con tu discurso interno, y ese discurso se acaba convirtiendo en tu vida.

El momento en el que conjuras al sueño es el más importante. Dejas tu mente a merced de tu último pensamiento. Franca, expedita, entregada para pasar la noche con un huésped poderoso. Te entregas a una causa que puede ser tóxica o nutritiva que va a incidir sin oposición durante ocho horas. Un tercio de tu vida. Tu mente irá modelándose a si misma en el trance largo del sueño. Al día sigueinte no serás el mismo. Algo, aunque poco, ha cambiado pues los pensamientos han reordenado neuronas y creado rutinas y hábitos. Una noche de llanto provocará tristeza, una noche de miedo generará nuevas fobias, una noche de ira romperá la calma, una noche de alegría te hará más optimista. Puedes avanzar o retroceder, pero cuando clareé el día nunca estarás en el mismo punto.

Selecciona bien lo que te dices, pues tu salud, tu bienestar y tu prosperidad dependen de ello.

Javier García San Vicente

 

Cómo mantener conversaciones comerciales inteligentes y efectivas