En su acepción más básica un valor es una cualidad de una persona.

El valor de un profesional se identifica con la valentía, con la capacidad para sobreponerse al miedo y afrontar los retos de la vida con determinación.

Los valores tienen aún más brillo. Son principios de alto rango que serán respetados en cualquier circunstancia, por muy adversa que sea. Los valores son universales, pues se funden con la más exquisita esencia humana, y trascienden del arte de gestionar para proyectarse con nitidez en los actos humanos, desde el más simple al más elevado.

Los valores no se discuten, no se negocian, no se imponen, no se compran ni se venden, no se exhiben, no se envidian ni se acomodan.

Los valores no se desgastan con la práctica, antes al contrario, su ejercicio los afianza y engrandece, pues modulan la conducta y crean hábitos de actuación cotidiana.

Los valores son sólidos, atemporales y trascendentes; se descubren, se asumen y ya está el perfil de la persona cincelado para los restos.

Quien disfruta de un código de valores decide rápido y decide bien, pues son la guía más locuaz y más valiosa para regir el comportamiento.

Comprender el significado de:

– Dominar el instinto

– Vivir con pasión

– Ser preseverante

– Proceder con humildad

– Cumplir el compromiso

– Sentir respeto

– Superar la adversidad

– Manejarse con estética

– Actuar con concentración

– Visualizar el resultado

– Pensar con libertad

y vivir en consonancia, procura una existencia más consciente y más intensa.

Mirarse en estos valores es mirarse en un espejo que dice la verdad. Una verdad obcecada que es preciso contemplar para progresar en el ámbito profesional y humano.

Conocer los valores que engrandecen a la persona es un reconfortante ejercicio que constituye una experiencia transformadora.

Javier García San Vicente